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Ocio y Cultura 22/10/2022 · Diego Fernández

10 extractos del libro 'Homenaje a Cataluña' de George Orwell

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"Cuando en julio de 1936 se produce el levantamiento contra la República española, George Orwell decide viajar a España para trabajar inicialmente como periodista; pero las circunstancias le llevaron a enrolarse en las milicias del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Como miliciano luchará en el frente de Aragón y será gravemente herido en la garganta, toma parte en los sucesos de Mayo del 37 en Barcelona; y, como sus compañeros del POUM, sufrirá persecución por parte de los estalinistas del PSUC y se verá obligado a huir de España, atravesando la frontera como simple turista. En 1938, cuando aún no había llegado a su fin la guerra civil, escribe Homenaje a Cataluña, donde relata sus experiencias en la revolución española. De hecho lo que había ocurrido en España no era una mera guerra civil, sino el comienzo de una revolución."

Detalle de la portada del libro 'Homenaje a Cataluña' de George Orwell



George Orwell (Eric Arthur Blair), fue el famoso escritor de las obras “Rebelión en la granja” (1945) y “1984” (1949).

1. Extracto 1

Barcelona Diciembre 1936
Viniendo directamente de Inglaterra, el aspecto de Barcelona resultaba sorprendente e irresistible. Por primera vez en mi vida, me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios, cualquiera que fuera su tamaño, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes ostentaban la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios; casi todos los templos habían sido destruidos y sus imágenes, quemadas. Por todas partes, cuadrillas de obreros se dedicaban sistemáticamente a demoler iglesias.

2. Extracto 2

Sierra de Alcubierre (frente de Zaragoza) Enero 1937
La llamada línea zigzagueaba de un lado a otro, siguiendo un dibujo que hubiera resultado del todo ininteligible si cada posición no hubiese tenido una bandera. Las banderas del POUM y del PSUC eran rojas, la de los anarquistas, roja y negra; los fascistas hacían ondear, por lo general, la bandera monárquica (roja, amarilla y roja), pero en ocasiones usaban la de la República (roja, amarilla y morada).

3. Extracto 3

Sierra de Alcubierre (frente de Zaragoza) Enero 1937
No hay nada que pueda convencer a un español, sobre todo a un español joven, de que las armas de fuego son peligrosas. Cierta vez, poco después del episodio anterior, me encontraba fotografiando a unos soldados encargados de una ametralladora, que apuntaba directamente hacia mí. 
—No tiréis —dije en tono de broma, mientras enfocaba la cámara. 
—Oh no, no tiraremos. 
Un segundo después oí fuertes estampidos y numerosas balas pasaron tan cerca de mi cara que unos granos de cordita me irritaron la mejilla. No hubo mala intención y a los milicianos les pareció una estupenda broma. Unos pocos días antes habían visto a un pobre conductor de mulas accidentalmente muerto de cinco balazos por un delegado político que hacía el payaso con una pistola automática.

4. Extracto 4

Sierra de Alcubierre (frente de Zaragoza) Enero 1937
En todos los puntos donde las líneas de fuego se encontraban a una distancia que permitiera oírse, se producían frecuentes griteríos de trinchera a trinchera. Desde la nuestra se oía: «¡Fascistas, maricones!». Desde la trinchera fascista: «¡Viva España! ¡Viva Franco!»

5. Extracto 5

Frente Huesca Marzo 1937
Hacia finales de marzo se me infectó una mano; me la abrieron y tuve que llevar el brazo en cabestrillo. Tuve que ingresar en un hospital, pero no valía la pena ir a Siétamo por una herida tan leve, de modo que permanecí en el llamado hospital de Monflorite, que no era otra cosa que un centro de distribución de heridos. Estuve allí diez días, parte de ellos en cama. Los practicantes me robaron casi todos los objetos de valor que poseía, incluidas la máquina fotográfica y las fotos. Todos robaban en el frente, como efecto inevitable de la escasez, pero el personal hospitalario siempre era el más ladrón. Tiempo después, en el hospital de Barcelona un norteamericano, que había viajado para unirse a la Columna Internacional en una nave que fue torpedeada por un submarino italiano, me contó que lo habían llevado herido hasta la orilla y que, mientras lo subían a la ambulancia, los camilleros le robaron el reloj de pulsera.

6. Extracto 6

Frente de Huesca Marzo 1937
En esa época se sumó a nosotros una sección de andaluces. No sé cómo llegaron hasta este frente. La explicación aceptada era que habían huido de Málaga a tal velocidad que se habían olvidado de detenerse en Valencia; pero esta explicación se debía a los catalanes, que despreciaban a los andaluces como a una raza de semisalvajes.

7. Extracto 7

Los comentarios periodísticos acerca de «una guerra librada en defensa de la democracia» eran mero engaño. Ninguna persona sensata podía suponer que hubiera alguna esperanza de democracia, ni siquiera como la entendemos en Inglaterra o en Francia, en un país tan dividido y exhausto como lo sería España al concluir la guerra.

8. Extracto 8

Frente de Huesca 20 de Mayo 1937
Estaba en el frente desde hacía unos diez días cuando sucedió. La experiencia de recibir una herida de bala es muy interesante y creo que vale la pena describirla con cierto detalle. 
A las cinco de la mañana me encontraba en el vértice del parapeto. Esa hora siempre era peligrosa. Teníamos la aurora a nuestras espaldas y si se asomaba la cabeza quedaba claramente recortada contra el cielo. Estaba hablando con los centinelas antes del cambio de guardia. De pronto, en mitad de una frase, sentí… es muy difícil describir lo que sentí, aunque lo recuerdo en forma muy vivida. 
Por decirlo de alguna manera, tuve la sensación de encontrarme en el centro de una explosión. Hubo como un fuerte estallido y un fogonazo cegador a mi alrededor, y sentí un golpe tremendo, no dolor, sólo una sacudida violenta, como la que produce una descarga eléctrica. Luego una sensación de absoluta debilidad, de haber sido reducido a nada. Los sacos de arena frente a mí se alejaron a una distancia inmensa. Supongo que se siente lo mismo cuando se es alcanzado por un rayo. Supe de inmediato que estaba herido, pero por el estallido y el fogonazo pensé que se trataba de algún fusil próximo, disparado por accidente. Todo ocurrió en un espacio de tiempo muy inferior a un segundo. Al instante siguiente se me doblaron las rodillas y caí hasta dar violentamente con la cabeza contra el suelo. Tenía perfecta conciencia de estar malherido, experimentaba una sensación de torpeza y aturdimiento, pero no sufría ningún dolor tal como se entiende normalmente.

9. Extracto 9

Tarragona Mayo 1937
El hospital de Tarragona era muy grande y estaba lleno de heridos de todos los frentes. ¡Menudas heridas se veían allí! Para tratar algunas, empleaban un procedimiento que supongo que se ajustaba a los últimos adelantos médicos, pero que resultaba particularmente desagradable a la vista. Consistía en dejar la herida completamente abierta, sin vendar, aunque protegida de las moscas por una red de muselina extendida sobre alambres. Debajo de la fina gasa se podía ver la gelatina rojiza de la herida semicurada. Había un hombre herido en el rostro y la garganta, con la cabeza dentro de una especie de casco esférico de muselina; tenía la boca cerrada y respiraba por un pequeño tubo fijado entre los labios. ¡Pobre diablo, parecía tan solo, paseando de un lado a otro, sin poder hablar y mirando a través de su jaula de muselina! Estuve tres o cuatro días en Tarragona.

10. Extracto 10

Barcelona Mayo 1937
Mi mujer y yo acordamos que lo mejor era regresar a Inglaterra lo antes posible. Me sentía muy débil, había perdido la voz aparentemente para siempre y, según los médicos, en el mejor de los casos transcurrirían meses antes de que estuviera en condiciones de luchar. Tarde o temprano debía comenzar a ganar algo de dinero, y no tenía mucho sentido quedarse en España consumiendo alimentos que otros necesitaban. Sin embargo, decidieron mi partida motivos fundamentalmente egoístas. Experimentaba un deseo abrumador de alejarme de todo, de la horrible atmósfera de sospecha y odio político, de las calles llenas de hombres armados, de ataques aéreos, trincheras, ametralladoras, tranvías chirriantes, té sin leche, comida grasienta y escasez de cigarrillos: de casi todo lo que había aprendido a asociar con España.

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