COMPARTIR:

facebook twitter whatsapp
Ocio y Cultura 05/11/2022 · Diego Fernández

10 extractos del libro 'Palabra de director' de Pedro J. Ramírez

COMPARTIR:

facebook twitter whatsapp

"Cuando cumple más de cuarenta años como director de periódicos, Pedro J. Ramírez echa la vista atrás escribiendo estas memorias que son tan esperadas como necesarias por su privilegiado papel en la vida política y periodística española.
Siguiendo los pasos del más puro estilo confesional objetivo de Ben Bradlee, uno de sus modelos en la profesión, por estas páginas pasa con nueva luz la historia palpitante de España desde la Transición: los sucesos políticos, los protagonistas, las mentiras y las verdades destapadas, los entresijos del 23-F, el desenmascaramiento de los GAL, las campañas electorales de González, Aznar y Zapatero, los juegos de los partidos, los terribles atentados del 11-M y mucho más. También se incluyen conversaciones inéditas con los cinco primeros presidentes de la democracia. Y salen a la luz, por primera vez, encuentros y conversaciones con responsables de ETA en circunstancias muy dramáticas."


Pedro J. Ramírez en la portada del libro 'Palabra de director'

1. Extracto 1

Cuando, en enero de 1973, ETA secuestró al empresario y mecenas Felipe Huarte en Pamplona, cubrí la historia para la revista. Una mañana me desperté con la noticia de que habían detenido a uno de mis compañeros de clase, el luego productor de cine Ángel Amigo, por haber alquilado el coche utilizado por el comando.

2. Extracto 2

1975
Entre tanto, me había tocado volver al cuartel y resultó que en la madrugada del día 20 hacía el servicio de «imaginaria» o guardia nocturna en el dormitorio de la tropa cuando llegó un joven capitán y se me abrazó llorando: «¡Ha muerto el Caudillo! ¡Ha muerto el Caudillo!».

3. Extracto 3

Felipe González
Entonces me contó que Suárez le había desvelado que un grupo de generales había acudido a ver al Rey para pedirle que rectificara el rumbo político de España. Yo lo publiqué en la primera de ABC y al día siguiente el secretario de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, me envió su coche para que fuera a tomar café con él a la Zarzuela. Apenas nos habíamos sentado, apareció Juan Carlos y empezó a bromear para averiguar de dónde había sacado la noticia: 
—Supongo que eso del secreto profesional estará vigente para todos menos para el Rey... 
Yo no revelé mi fuente, pero di por supuesto, como no podía ser de otra manera, que en el origen de la historia estaba el jefe del Gobierno. El Rey pareció muy contrariado e incluso se echó las manos a la cabeza: 
— ¿De verdad que Suárez ha contado eso?

4. Extracto 4

En todo caso, lo más importante de aquel verano de 1985 fue, para mí, lo que no pasó. Tardé diez años en enterarme. Los que esperó mi excompañero del colegio de los Maristas de Logroño, el arrepentido del comando Madrid Juan Manuel Soares Gamboa, para contármelo. En 1995 me remitió desde la cárcel de Soto del Real, donde cumplía condena por asesinato, una misiva cuyo inicio no podía ser más impactante: «Pedro, ¿estás sentado? Pues siéntate antes de comenzar a leer». 
No era para menos. Lo que quería contarme era que, a finales de aquel agosto, cuando tan entretenido andaba con el Azor, Preysler y Boyer, él mismo acompañó a otro integrante del comando, Esteban Nieto, a un partido de baloncesto en el polideportivo Magariños entre el Estudiantes y el Juventud, en el que esperaban encontrarme. Llevaban una bomba que habían preparado con De Juana Chaos en el piso franco que tenían en la calle Carranza. Estaba formada por dos granadas, unidas por un sedal, anudado a un anzuelo. 
Su confesión sigue poniéndome los pelos de punta: «El anzuelo se clavaría en la rueda delantera izquierda de tu coche. Al girar haría que el sedal tirase de la anilla y ¡boom! La segunda opción era sencillamente meterlas en la ventanilla del coche y adiós. En cualquier caso, te perseguiríamos hasta conseguirlo. No apareciste o no te vi. Me alegro». 
Tardé diez años en enterarme y otros diez más en enfrentarme cara a cara con aquel compañero de colegio que había estado a punto de matarme. Como prueba de su arrepentimiento, Soares Gamboa accedió a mantener una conversación conmigo ante las cámaras de Telemadrid en 2006. La grabamos en la última planta de la sede que entonces ocupaba El Mundo en la calle Pradillo. Soares Gamboa llegó con una gorra, unas gafas oscuras y una tupida barba.

5. Extracto 5

1987
González volvió a blandir su índice y pronunció aquella frase tremenda que nunca debió haber salido de labios del jefe de Gobierno de una democracia: 
—Mira, lo único que tenemos que negociar con ETA es que, si ellos dejan de matarnos a nosotros, nosotros dejaremos de matarlos a ellos. 
Tal vez sin percibir mi reacción de espanto, González se recreó en la suerte. 
—Te lo repito: si ellos dejan de matarnos a nosotros, nosotros dejaremos de matarlos a ellos.

6. Extracto 6

1989
Mis dos grandes ases en la manga eran, por supuesto, Forges y Umbral. Paseando un fin de semana por el campo, Paco y yo tuvimos la conversación clave de la que salió el nombre del periódico. Partíamos de una lista que también incluía El Observador, El Día o El Mensajero. Umbral apostaba obstinadamente por El Ojo, una cabecera a la vez literaria y vinculada al periodismo de investigación. A mí me parecía muy apelativa, pero a la vez extraña, algo dadaísta. De repente me vino una imagen a la cabeza. 
—Perdona, Paco, nos van a relacionar con El perro andaluz. Máxime con un amante del surrealismo como tú de gran estrella. Acabo de pensar en la primera imagen de la película de Buñuel. La de la cuchilla rasgando el ojo. Esa cabecera nos traería un mal presagio. 
Umbral vaciló. Entonces introduje un argumento que resultó definitivo. 
— ¿Quién crees tú que va a ser nuestro principal competidor? 
—Pues El País, porque Diario 16 ya ha entrado en clara decadencia y el ABC es cosa del pasado. 
—De acuerdo. Pues me parece que la única cabecera que establecería esa competencia desde el principio sería El Mundo. 
—Claro, el mundo es más grande que el país. 
—Y fíjate, en Francia está Le Monde; en Alemania, Die Welt, y cualquiera que conozca la historia del periodismo sabe que el gran periódico de Pulitzer era The World. 
—Me has convencido. El Mundo será más grande que El País. 
En España había existido la revista Mundo y para evitar riesgos registrales terminamos inscribiendo El Mundo del Siglo XXI. Nuestro periódico ya tenía nombre y apellido. Un apellido que tampoco era banal, pues enlazaba con esa palabra escrita en la portada del dosier de Alfonso de Salas: Futuro.

7. Extracto 7

1995
Volvía cariacontecido andando a mi domicilio, al filo de las dos de la mañana, cuando, al pasar delante de Almagro 20, me topé, por inverosímil que parezca en un Madrid de cuatro millones de habitantes y cientos de miles de portales, con el mismísimo Juan Alberto Belloch. La sorpresa fue mutua y la tensión mayúscula. Máxime cuando él me dijo que sabía que venía de cenar con Mario Conde —«para algo soy el ministro del Interior»— y añadió que no me iba a decir de dónde venía él. Luego supe que salía de la lujosa casa de Piluca Navarro, la secretaria personal de González, con quien al parecer mantenía una estrecha amistad. 
Cuando uno y otro nos recuperamos del impacto de aquella inaudita e intempestiva coincidencia, comenzamos a hablar de la comparecencia que dos días después debía afrontar González en el Parlamento para responder al escándalo desatado por las revelaciones de Sancristóbal y Damborenea. Para mi estupor, Belloch me dijo que, en realidad, la declaración de este último ante Garzón había sido «en el fondo muy positiva para Felipe». Y ya me dejó de piedra cuando añadió que, pese a estar bajo secreto de sumario, a él se la había pasado la Fiscalía y no tenía «ningún inconveniente» en enviármela al día siguiente. «Y si quieres la publicas».

8. Extracto 8

1997
Fue esa misma mañana cuando Vera anunció en la SER: «Pronto se va a saber a qué dedica el tiempo libre Pedro J. Ramírez...». Yo estaba a la vez en la tertulia de la COPE y, al comentarlo Antonio Herrero, solo se me ocurrió decir: «Eso suena a la canción de José Luis Perales». Antonio me siguió la broma: «Sí. “¿Y cómo es él?”... A ver, ¿a qué dedicas el tiempo libre, Pedro J.?». «No sé, se referirá a mis triunfos en el pádel...». 
Bastarían unas horas para que empezara a caerme del guindo. Me llamó un tal Alfonso Rodrigo presentándose como «todavía» director general del Ya. Me dijo que me había oído por la mañana y me pidió una cita urgente. 
—Algunos compañeros y yo queremos alertarle de que está en marcha algo muy serio contra usted. 
Nos vimos esa misma tarde en el hotel Villa Magna y me contó, arropado por su novia y otra pareja, que el atrabiliario abogado con hechuras de hampón, Emilio Rodríguez Menéndez, a la sazón editor del otrora prestigioso diario de la derecha católica, había anunciado que tenía un vídeo sexual en el que yo aparecía con una «prostituta negra». Decía que pensaba difundirlo con el diario y que eso acabaría conmigo y con El Mundo. 
—Preparan una campaña durísima contra usted... 
— ¿Qué es eso de «preparan»? ¿Quiénes son los que «preparan»? 
—Rafael Vera es el que lo paga todo. Las reuniones son en casa de Emilio. Yo he asistido a alguna. Y en el tema están también Argote, Cobo del Rosal y Goñi Tirapu, ese que fue gobernador de Guipúzcoa...

9. Extracto 9

Yo sabía, desde bastantes meses antes de que el asunto llegara a la ONU y a las primeras páginas de los periódicos, que la Administración Bush había decidido invadir Irak y derribar a Sadam Huseín. Me lo había contado una noche de la primavera de 2002, en estricto off the record, Jorge Dezcallar, a quien Aznar había convertido en el primer civil al frente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

10. Extracto 10

2005
El episodio se había desencadenado el jueves 28 de julio, cuando publicamos la declaración de la esposa de uno de los presuntos implicados en la masacre, Mouhannad Almallah. La mujer había revelado a Del Olmo que ya en 2003, un año antes del 11-M, había denunciado a la policía que su marido le había dicho que iba a atentar con su propio coche contra las torres de la Plaza de Castilla. El asunto era doblemente embarazoso, en la medida en que el tal Almallah había sido vigilado por la policía y se había afiliado poco después al PSOE, sin que nadie comprobara sus antecedentes.

0 Comentarios

Cargando

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para el correcto funcionamiento del sitio y generar estadísticas de uso.
Al continuar con la navegación entendemos que da su consentimiento a nuestra política de cookies.
Continuar