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Ocio y Cultura 02/12/2022 · Diego Fernández

10 extractos del libro 'Naufragios' de Alvar Núñez Cabeza de Vaca

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"Este es el relato de las desventuras de los primeros españoles que exploraron el sur de los actuales Estados Unidos y el norte de México. Aquí no se leerán conquistas ni hallazgos de riquezas, sino la tenaz resistencia, a lo largo de ocho años, contra los huracanes, las hambrunas, las enfermedades y los combates con los nativos. Cuando el temporal arrojó la barca de Cabeza de Vaca a la isla texana de Mal Hado (hoy, Galveston), se enteró del canibalismo entre españoles y, al poco tiempo, una tribu los esclavizó a él y a sus tres compañeros: Castillo, Dorantes y Estebanico. Se trata de un viaje real. Los cuatro españoles vagaron, tras huir de los indios esclavistas, desde la costa texana hasta la del Pacífico mexicano, en una caminata de más de tres mil kilómetros. Los seguía una multitud de indígenas que los veneraban como sanadores, hombres veraces y generosos."



1. Extracto 1

A 17 días del mes de junio de 1527, partió del puerto de Sant Lúcar de Barrameda el gobernador Pánfilo de Narváez, con poder y mandado, de Vuestra Majestad para conquistar y gobernar las provincias que están desde el río de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales son en Tierra Firme; y la armada que llevaba eran cinco navíos, en los cuales, poco más o menos, irían seiscientos hombres. Los oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mención) eran estos que aquí se nombran: Cabeza de Vaca, por tesorero y por alguacil mayor; Alfonso Enríquez, contador; Alonso de Solis, por factor de Vuestra Majestad y por veedor; iba un fraile de la Orden de Sant Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Suárez, con otros cuatro frailes de la misma Orden.

2. Extracto 2

La tierra, por la mayor parte, desde donde desembarcamos hasta este pueblo y tierra de Apalache, es llana; el suelo, de arena y tierra firme; por toda ella hay muy grandes árboles y montes claros, donde hay nogales y laureles, y otros que se llaman liquidámbares; cedros, sabinas y encinas y pinos y robles, palmitos bajos, de la manera de los de Castilla. Por toda ella hay muchas lagunas, grandes y pequeñas, algunas muy trabajosas de pasar, parte por la mucha hondura parte por tantos arboles como por ellas están caídos. El suelo de ellas es arena, y las que en la comarca de Apalache hallamos son muy mayores que las de hasta allí. Hay en esta provincia muchos maizales, y las casas están tan esparcidas por el campo, de la manera que están las de los Gelves. Los animales que en ellas vimos son: venados de tres maneras, conejos y liebres, osos y leones, y otras salvajinas, entre los cuales vimos un animal que trae los hijos en una bolsa que en la barriga tiene; y todo el tiempo que son pequeños los trae allí, hasta que saben buscar de comer; y si acaso estén fuera buscando de comer, y acude gente, la madre no huye hasta que los ha recogido en su bolsa.

3. Extracto 3

Acordamos en uno harto difícil de poner en obra, que era hacer navíos en que nos fuésemos. A todos parescía imposible, porque nosotros no los sabíamos hacer, ni había herramientas, ni hierro, ni fragua, ni estopa, ni pez, ni jarcias, finalmente, ni cosa ninguna de tantas como son menester, ni quien supiese nada para dar industria en ello, y sobre todo, no haber qué comer entretanto que se hiciesen, y los que habían de trabajar del arte que habíamos dicho; y considerando todo esto, acordamos de pensar en ello más de espacio, y cesó la plática aquel día, y cada uno se fue, encomendándolo a Dios nuestro Señor, que lo encaminase por donde El fuese más servido. Otro día quiso Dios que uno de la compañía vino diciendo que él haría unos cañones de palo, y con unos cueros de venado se harían unos fuelles, y como estábamos en tiempo que cualquier cosa que tuviese alguna sobrehaz de remedio, nos parescía bien, dijimos que se pusiese por obra; y acordamos de hacer de los estribos y espuelas y ballestas, y de las otras cosas de hierro que había, los clavos y sierras y hachas, y otras herramientas, de que tanta necesidad había para ello; y dimos por remedio que para haber algún mantenimiento en el tiempo que esto se hiciese se hiciesen cuatro entradas en Aute con todos los caballos y gente que pudiesen ir, y que a tercero día se matase un caballo, el cual se repartiese entre los que trabajaban en la obra de las barcas y los que estaban enfermos; las entradas se hicieron con la gente y caballos que fue posible, y en ellas se trajeron hasta cuatrocientas hanegas de maíz, aunque no sin contiendas y pendencias con los indios. Hecimos coger muchos palmitos para aprovecharnos de la lana y cobertura de ellos, torciéndola y adereszándola para usar en lugar de estopa para las barcas; los cuales se comenzaron a hacer con un solo carpintero que en la compañía había, y tanta diligencia pusimos, que, comenzándola a 4 días de agosto, a t0 días del mes de setiembre eran acabadas cinco barcas, de a veinte y dos codos cada una, calafafateadas con las estopas de los palmitos, y breámolas con cierta pez de alquitrán que hizo un griego, llamado don Teodoro, de unos pinos; y de la misma ropa de los palmitos, y de las colas y crines de los caballos, hicimos cuerdas y jancias, y de las nuestras camisas velas, y de las habinas que allí había, hecimos los remos, que nos paresció que era menester; y tal era la tierra en que nuestros pecados nos habían puesto, que con muy gran trabajo podíamos hallar piedras para lastre y anclas de las barcas, ni en toda ella habíamos visto ninguna. Desollamos también las piernas de los caballos enteras, y curtimos los cueros de ellas para hacer botas en que llevásemos agua.

4. Extracto 4

Andrés Dorantes se huyó y se pasó a los mareames, que eran aquellos adonde Esquivel había parado, y ellos le contaron cómo habían tenido allí a Esquivel, y como estando allí se quiso huir porque una mujer había soñado que le había de matar un hijo, y los indios fueron tras él y lo mataron, y mostraron a Andrés Dorantes su espada y sus cuentas y libro y otras cosas que tenía. Esto hacen éstos por una costumbre que tienen, y es que matan sus mismos hijos por sueños, y a las hijas en nasciendo las dejan comer a perros, y las echan por ahí. La razón por que ellos lo hacen es, según ellos dicen, porque todos los de la tierra son sus enemigos y con ellos tienen continua guerra; y que si acaso casasen sus hijas, multiplicarían tanto sus enemigos, que los sujetarían y tomarían por esclavos; y por esta causa querían más matallas que no que de ellas mismas nasciese quien fuese su enemigo. Nosotros les dijimos que por qué no las casaban con ellos mismos. Y también entre ellos dijeron que era fea cosa casarlas con sus parientes, y que era muy mejor matarlas que darlas a sus parientes ni a sus enemigos; y esta costumbre usan estos y otros vecinos, que se llaman los iguaces, solamente, sin que ningunos otros de la tierra la guarden. Y cuando estos se han de casar, compran las mujeres a sus enemigos, y el precio que cada uno da por la suya es un arco, el mejor que puede haber, con dos flechas; y si acaso no tiene arco, una red hasta una braza de ancho y otra en largo.

5. Extracto 5

Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios a Castillo, y dijéronle que estaban muy malos de la cabeza, rogándole que los curase; y después que los hubo santiguado y encomendado a Dios, en aquel punto los indios dijeron que todo el mal se les había quitado; y fueron sus casas y trujeron muchas tunas y un pedazo de carne de venado, cosa que no sabíamos qué cosa era; y como esto entre ellos se publicó, vinieron otros muchos enfermos en aquella noche a que los sanase, y cada uno traía un pedazo de venado; y tantos eran, que no sabíamos adonde poner la carne.

6. Extracto 6

Ya he dicho cómo por toda esta tierra anduvimos desnudos; y cómo no estábamos acostumbrado a ello, a manera de serpientes mudábamos los cueros dos veces en el año, y con el sol y el aire hacían senos en los pechos y en las espaldas unos empeines muy grandes, de que rescibíamos muy gran pena por razón de las muy grandes cargas que traíamos, que eran muy pesadas; y hacían que las cuerdas se nos metían por los brazos; y la tierra es tan áspera y tan cerrada, que muchas veces hacíamos leña en montes, que cuando la acabábamos de sacar nos corría por muchas partes sangre, de las espinas y matas con que topábamos, que nos rompían por donde alcanzaban.

7. Extracto 7

Otro día de mañana alcancé cuatro cristianos de caballo, que recebieron gran alteración de verme tan extrañamente vestido y en compañía de indios. Estuviéronme mirando mucho espacio de tiempo, tan atónitos, que ni me hablaban ni acertaban a preguntarme nada. Yo les dije que me llevasen a donde estaba su capitán; y así, fuimos media legua de allí, donde estaba Diego de Alcaraz, que era el capitán.

8. Extracto 8

En la villa de Sant Miguel estuvimos hasta los días del mes de mayo; y la causa de detenernos allí tanto fue porque de allí hasta la ciudad de Compostela, donde el gobernador Nuño de Guzmán residía, hay cien leguas y todas son despobladas y de enemigos, y hobieron de ir con nosotros gente, con que iban veinte de caballo que nos acompañaron hasta cuarenta leguas; y de allí adelante vinieron con nosotros seis cristianos, que traían quinientos indios hechos esclavos; y llegados en Compostela el gubernador nos recebió muy bien, y de lo que tenía nos dio de vestir; lo cual yo por muchos días no pude traer, ni podíamos dormir sino en el suelo; y pasados diez o doce días partimos para Méjico, y por todo el camino fuimos bien tratados de los cristianos, y muchos nos salían a ver por los caminos y daban gracias a Dios de habernos librado de tantos peligros. Llegamos a Méjico domingo, un día antes de la víspera de Santiago, donde del visorrey y del marqués del Valle fuimos muy bien tratados y con mucho placer recebidos, y nos dieron de vestir y ofrescieron todo lo que tenían, y el día de Santiago hobo fiesta y juego de cañas y toros.

9. Extracto 9

A cabo de veinte y nueve días que partimos de la Habana habíamos andado. mil y cien leguas que dicen que hay de allí hasta el pueblo de las Azores; y pasando otro día por la isla que dicen del Cuervo, dimos con un navío de francés esa hora de mediodía; nos comenzó a seguir con una carabela que traía tomada de portugueses y nos dieron caza, y aquella tarde vimos otras nuevas velas, y estaban tan lejos, que no podimos conocer si eran portugueses o de aquellos mismos que nos seguían, y cuando anocheció estaba el francés a tiro de lombarda de nuestro navío; y desque fue obscuro, hurtamos la derrota por desvíarnos de él; como iba tan junto de nosotros, nos vio y tiró la vía de nosotros, y esto hecimos tres o cuatro veces; y él nos pudiera tomar si quisiera, sino que lo dejaba para la mañana. Plugo a Dios que cuando amaneció nos hallamos el francés y nosotros juntos, y cercados de las nueve velas que he dicho que a la tarde antes habíamos visto, las cuales conoscíamos ser de la armada de Portugal, y di gracias a nuestro Señor por haberme escapado de los trabajos dela tierra y peligros de la mar; y el francés, como conosció ser el armada de Portugal, soltó la carabela que traía tomada, que venía cargada de negros, la cual traía consigo para que creyésemos que eran portugueses y la esperásemos; y cuando la soltó dio al maestre y piloto de ella que nosotros éramos franceses y de su conserva; y como dijo esto metió sesenta remos en su navío, y ansí, a remo y a vela, se comenzá a ir, y andaba tanto que no se puede creer; y la carabela que soltó se fue al galeón, y dijo al capitán que el nuestro navío y el otro eran de franceses; y como nuestro navío arribó al galeón, y como toda la armada vía que íbamos sobre ellos, teniendo por cierto que éramos franceses, se pusieron a punto de guerra y vinieron sobre nosotros, y llegados cerca, los salvamos. Conosció que éramos amigos; se hallaron burlados, por habérseles escapado aquel corsario con haber dicho que éramos franceses y de su compañía; y así fueron cuatro carabelas tras él; y llegados a nosotros el galeón, después de haberles saludado, nos preguntó el capitán Diego de Silveira que de dónde veníamos y qué mercadería traíamos y le respondimos que veníamos de la Nueva España, y que traíamos plata y oro; y preguntónos qué tanto sería; el maestro le dijo que traía trescientos mil castellanos.

10. Extracto 10

Y así llegamos a la isla Tercera, donde estuvimos reposando quince días, tomando refresco y esperando otra nao que venía cargada de la India, que era de la conserva de las tres naos que traía el armada; y pasados los quince días, nos partimos de allí con la armada, y llegamos al puerto de Lisbona a 9 de agosto, víspera del señor Sant Laurencio, año de 1537 años.

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