COMPARTIR:

facebook twitter whatsapp
Ocio y Cultura 16/08/2022 · Diego Fernández

10 extractos del libro 'Los niños de Lemoniz' de Estela Baz

COMPARTIR:

facebook twitter whatsapp

"No importa lo adversas que sean las circunstancias, el amor, la amistad y el cariño consiguen imponerse.

Mucho se ha hablado del terrorismo de ETA en las décadas de los 70 y 80, pero nunca se había escrito esta historia desde la mirada limpia e inocente de los niños cuyos padres estaban amenazados o fueron asesinados por la organización terrorista. La autora fue uno de esos niños que al igual que otros, vivió unos acontecimientos que ningún niño debería vivir jamás"
.

Detalle de la portada del libro 'Los niños de Lemoniz' de Estela Baz

"El testimonio novelado Los niños de Lemóniz es la suma de recuerdos recuperados. Habla de personas, emociones y situaciones, pero sobre todo habla de niños, de cómo ellos vivieron esa realidad, de cómo sus padres, ante situaciones límite, intentaban ocultar lo que estaba ocurriendo con el único objetivo de protegerlos. Niños que nunca fueron tenidos en cuenta, ni siquiera en las estadísticas. Y también habla de mujeres, de madres que, a pesar de su juventud, fueron extremadamente valientes, generosas, protectoras y luchadoras".

1. Extracto 1

Salimos a la acera, ella colocó a mi hermano en el suelo y se agachó a mirar debajo del coche. Yo observaba su mirada y esperaba sus instrucciones. 
—Ya puedes comprobar si hay duendes, cariño. 
Las otras veces también había distinguido dos miradas diferentes en ella, una al agacharse y otra al levantarse y decirme que ya era mi turno. Me agaché. Mi madre tenía razón, era mucho mejor llevar vaqueros que vestido, aunque fuera mi primer día de colegio, así podía jugar a todo sin hacerme daño en las rodillas. 
—Mamá, jo, no hay duendes ni nada… Huy, debajo de ese coche he visto moverse algo… ¿Puedo mirar? 
—Espera, voy contigo, no te acerques mucho por si los asustas, ya sabes que los duendes tienen miedo de nosotros… 
—¡No, mamá, es un gatito! ¿No lo has visto? 

2. Extracto 2

—Están tirando piedras, Carmen, vamos a bajar las persianas. Niños, venid, ¿sabéis jugar a las tinieblas? —nos preguntó Isabel. 
Ana fue de una habitación a otra bajando las persianas. Mi madre llevó a Quique y a Jorge a su habitación. Isabel llamó a Silvia. 
—Ven conmigo, ¿puedes echar un ojo a los pequeños mientras juegan a las tinieblas en el cuarto de Ángela? 
Laura me cogió de la mano, Isabel y Silvia venían detrás. 
—Ángela, en mi casa a veces también jugamos a las tinieblas. Todos se esconden con la luz apagada y uno la lleva y tiene que encontrarlos, ¿verdad, mamá? 
—Sí, Laura. 
Toda la casa estaba a oscuras. Como Laura ya había jugado más veces, empezó ella. 
—¡Ya! —gritó, y entonces nos quedamos todos calladitos mientras ella nos buscaba. 
Silvia nos vigilaba desde la puerta. La oscuridad me asustaba un poco, pero lo que de verdad me daba miedo eran esas voces y esos ruidos en la calle. A veces todas esas personas gritaban a la vez, otras un señor decía algo muy, muy alto y los demás contestaban a coro. Y los ruidos, no sabía de qué eran, ruidos como de truenos, y golpes. 
—Esos ruidos me dan miedo —le susurré a Irantzu. 
—Shhh, es solo al principio, luego te acostumbras. 

3. Extracto 3

—Hola, Begoña. 
—Hola, Carmen, ¿qué tal va todo? 
—Bien. Pero me gustaría hablar contigo de una cosa. El otro día Ángela llegó un poco disgustada porque tenía problemas con las canciones. 
—Es una niña muy lista, aprende muy rápido… 
—Ya, bueno… Nosotros no somos de aquí, ya lo sabes, y nos cuesta ayudarla con el idioma, ¿no podríais cantar también canciones en castellano para que ella no se sienta tan diferente? 
—Carmen, esto es una ikastola, todo el aprendizaje va a ser en euskera. Sé que no hay otra alternativa en este pueblo, pero ya verás cómo enseguida se acostumbra. A esta edad los niños aprenden idiomas sin darse cuenta, y para nosotros es importante, es una cuestión de identidad… 
—Sí, claro, si a nosotros nos parece estupendo que aprenda euskera, pero tal vez se podría combinar con el castellano para que los que venimos de fuera podamos ir poco a poco. 
—Lo siento, en el País Vasco se habla euskera, tendréis que acostumbraros a eso. Tal vez hasta podáis aprender vosotros con ella. 
Mi madre se quedó unos segundos en silencio y después se levantó despacio y nos cogió a cada una con una mano. 
—Gracias, Begoña, intentaremos hacer lo que nos dices. 
Al salir de la ikastola mi madre susurraba para sí misma.

4. Extracto 4

Por la ventanilla empecé a ver a esa gente que cantaba. Me acordé de la fiesta que hubo abajo en la calle el día de mi cumpleaños, y mi madre me dijo entonces que a lo mejor alguna vez los vería disfrazados. 
—¿De qué, mamá? 
—De astronautas, de cowboys, de mosca… 
—¿Y por qué se disfrazan así? 
Había preguntas a las que mi madre no respondía. 
Reconocí la canción que cantaban; era la misma de ese otro día. La repetían tanto que acabé aprendiéndomela, aunque no entendía nada: 
Iber, iber, iber, Iberduero. 
Iber, iber, iber, Iberduero kanpora. 
Ez, ez, ez, Euskadi nuclear. 
Bai, bai, bai, Lemoiz Goma Bi. 
¡Y era verdad lo de los disfraces! Entre los que cantaban vi a varios disfrazados de mosca. Daba un poco de miedo ese disfraz, con esa máscara tapándoles la cara.

5. Extracto 5

En una de esas tiendas, una pequeña en la que se vendía un poco de todo y que estaba de camino desde casa al centro del pueblo, el día siguiente a nuestro regreso, la señora Edurne, a quien yo conocía bien, nos dijo: 
—Es mejor que penséis en si tenéis que iros, y eso de montar la cabalgata de Reyes no os ayuda nada, y menos a vuestros maridos. Es por vuestro bien, de verdad, yo no tengo nada en contra de vosotros… 
Y si no tenía nada en contra de nosotros, ¿por qué nos decía eso?

6. Extracto 6

—Eh…, mirad, vamos a jugar a un juego nuevo que va de números, ¿queréis? 
—¿Qué juego? 
—Vamos a leer por turnos los números de las matrículas, a ver cómo de rápido podéis hacerlo. Y cuando ya lo hagáis muy rápido, jugaremos a aprendérnoslas de memoria, ¿vale? 
—¿Qué son las matrículas? 
—Son los números que llevan los coches delante y detrás, ¿veis? —nos preguntó mientras señalaba las matrículas de los coches que había aparcados en la calle—. ¿No os habíais fijado? 
—Hala, no… ¿Y para qué son esos números? 
—Cada coche tiene unos diferentes, así están identificados y se puede saber de quién son. 
—¿Y para qué se quiere saber de quién son? 
—Pues, por ejemplo, para encontrarlos si se pierden. 
—Ah. Pero jugamos a decir los números en euskera, ¿no? Begoña nos dice siempre que tenemos que practicar. 
—Fenomenal, y así nos los enseñáis a nosotras. 
Así fue como empezó lo de las matrículas, y luego, además, en el juego se introdujo un elemento más: una libretita en la que Isabel o mi madre anotaban los números que nosotras íbamos diciendo en alto. A veces nos dejaban ver esa libretita; ya teníamos un montón de matrículas apuntadas.

7. Extracto 7

—¿Sabes qué ha pasado? 
—Que Laura se ha ido. 
—¿Y qué más? 
—Que le ha pasado algo malo a Jon. 
—Sí. ¿Sabes qué le ha pasado? 
—¿Que no le van a devolver? 
—Eso es, ayer le hicieron algo malo y no va a poder volver. 
—¿Qué le hicieron? 
—Le obligaron a ir al cielo sin que él quisiera. 
—¿Por qué? 
—Hay personas que intentan conseguir lo que quieren haciéndole daño a la gente. 
—Pero ¿por qué a Jon? 
—Porque le consideraban su enemigo. 
—¿Y entonces qué va a pasar con Gonzalo y con sus hermanos? 
—Tienen a su mamá, cariño, pero estarán muy tristes y le echarán mucho de menos, pobrecitos míos. A Gonzalo le diremos que cuente con nosotros para lo que necesite, ¿verdad? 
—Sí. 
De nuevo se me puso un nudo en la garganta y el llanto se apoderó de mí. —Nosotros también estamos muy tristes… Puedes llorar todo lo que necesites. 
—¿Del cielo se puede volver? 
—No, cariño, cuando alguien va al cielo ya no regresa nunca más.

8. Extracto 8

—Más de cien muertos en el último año y medio, ¡más de cien!, ¿necesitas que te lo recuerde? Y, entre ellos, dos amigos tuyos… ¡¿No te das cuenta de que les da todo igual?! 
—Carmen, no chilles… 
—No quiero seguir mirando a todas partes, no quiero revisar más coches, no puedo recordar más caras, más matrículas, pensar todo el tiempo que alguien me está siguiendo… He perdido a mis amigas, tus hijos no pueden hacer vida normal.

9. Extracto 9

—Carmen y yo hemos tomado la decisión de irnos del País Vasco, ya no tenemos ilusión por estar aquí, aunque todo se arregle. 
Iñaki no dejaba de estar pendiente de mí, pero también debía de atender a lo que decían nuestros padres porque de pronto se giró hacia ellos para hablar: 
—Me han dicho que en algunos colegios están poniendo de ejemplo los comandos para hacer los problemas, «tú eres del comando Madrid, tú del comando Bilbao»… 
—Iñaki, pero ¿qué estás diciendo?

10. Extracto 10

Y me encontré de vuelta en Ponferrada, pero viendo mis recuerdos de otra manera. En su día, no me di cuenta de que la llegada a esa ciudad nos había dado la libertad. 
En nuestro nuevo hogar los susurros se convirtieron en gritos de mi madre desde el balcón, llamándome para lanzar las llaves de casa envueltas en papel de periódico. 
Por las noches, cuando mi padre llegaba a casa, las persianas estaban subidas y no había candados en las ventanas. 
Nadie me decía que mi padre era malo, ni veía a nadie hacerle gestos malintencionados por la calle. Nadie me criticaba por mi acento y ningún niño me dejaba de lado. Se aparcaba delante de casa. Y no volvimos a jugar a buscar duendes debajo del coche. Cuando mirábamos un escaparate, no lo hacíamos para ver en el reflejo si teníamos a alguien detrás. 

0 Comentarios

Cargando

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para el correcto funcionamiento del sitio y generar estadísticas de uso.
Al continuar con la navegación entendemos que da su consentimiento a nuestra política de cookies.
Continuar