COMPARTIR:

facebook twitter whatsapp
Ocio y Cultura 21/12/2022 · Diego Fernández

10 extractos del libro 'El anillo del Rey Salomón (hablaba con las bestias, los peces y los pájaros)' de Konrad Lorenz

COMPARTIR:

facebook twitter whatsapp

"¿Qué clase de lenguaje poseen los animales, para poder comunicarnos con ellos?, ¿qué código de señales usan las distintas especies? Konrad Lorenz, Premio Nobel de Medicina en 1973, que también consiguió que un grupo de gansos recién nacidos lo siguiesen instintivamente como si él fuera su madre, nos explica sus experiencias, estudios y anécdotas tras años de observación de la conducta de animales."



1. Extracto 1

Larva del ditisco
Son muy pocos los animales que, en caso de extrema necesidad y ante el peligro de morir por inanición, atacan a otros de su misma especié y corpulencia, con la intención de devorarlos. Sólo conozco este proceder en la rata parda y en algunas otras especies próximas de roedores; basándome en algunos hechos muy significativos, de los cuales más adelante trataré, dudo que los lobos procedan de este modo. Pero las larvas de ditisco devoran a sus congéneres de igual corpulencia aun cuando tengan a su disposición alimento de otra clase.

2. Extracto 2

Grajilla
El reconocimiento del enemigo es innato e instintivo en las mencionadas aves; pero en las grajillas tiene que ser aprendido individualmente. Y, de manera curiosa, ello se hace siguiendo una verdadera tradición: los padres comunican sus experiencias personales a sus hijos, y así se procede de generación en generación.
La grajilla tiene sólo una reacción innata frente al enemigo: ataca furiosamente a todo ser que lleve algo negro que oscile o tiemble. El ave se mantiene inclinada hacia delante, tiembla con las alas entreabiertas y lanza un estridente grito de alarma, cuyo sonido, resonante y agudamente metálico, se interpreta como indicio de rabia encarnizada. 
Uno puede coger con toda tranquilidad una grajilla mansa, por ejemplo, para meterla en la jaula o para cortarle las uñas. Pero esto empieza a ser peligroso cuando se tienen dos grajillas. Así, por ejemplo, «Choc» nunca protestaba cuando yo lo cogía. Pero cuando nos llegaron las catorce grajillas jóvenes, tenía que evitar el coger, en su presencia, alguna de las avecillas con la mano. Cuando hice esto por primera vez, sin sospechar nada, detrás de mí oí un estridente y furioso chirrido, una flecha negra pasó sobre mis hombros hasta clavarse en la mano que sujetaba a la grajilla: contemplé asombrado una herida redonda y profunda en la piel del dorso de mi mano. Inmediatamente comprendí el impulso ciego que movió este ataque, pues, por entonces, «Choc» me distinguía con la amistad más estrecha y odiaba cordialmente a las catorce grajillas jóvenes –la adopción de «Amarillo izquierdo» por «Choc» fue muy posterior– hasta el punto de que si no las hubiera protegido constantemente, sin duda alguna las habría matado. Y, sin embargo, no podía tolerar que cogiera alguna de aquellas avecillas.

3. Extracto 3

Ganso
Lo mismo que la reacción adecuada a todas las variaciones de la voz que se emplea para mantener el contacto entre los individuos del grupo, es innata también en las crías la reacción a la voz de alarma de los gansos adultos. Ésta consiste en un «gang» aislado, por lo regular suave y nasal, en el que se entremezcla el sonido de la r, de manera que quizá se podría transcribir mejor por «ran». Este sonido se imita de la manera más efectiva pronunciando la sílaba mientras se inspira. 
Al escucharlo, todas las cabezas se levantan, y cesan en seco los graznidos con que mantiene habitualmente el contacto. Si se pronuncia esta voz más fuerte, los gansos adultos se preparan a emprender el vuelo y buscan un lugar desde el cual puedan disfrutar de un campo de visión despejado y echarse a volar sin estorbo. Pero los gansos pequeños corren hacia su madre o hacia la persona que la sustituye, y se aglomeran en apretado grupo bajo su protección.

4. Extracto 4

Por lo que se refiere al «rey de los animales», sufre mucho menos en cautividad que la mayor parte de las restantes fieras comparables con él por sus cualidades psíquicas. Y la razón de ello es que el león tiene menos necesidad de moverse. Dicho más claramente: el león es un consumado holgazán, el más perezoso de todos los animales de presa. En plena Naturaleza recorre a veces grandes trayectos en sus cacerías; pero lo hace sólo impulsado por el hambre, no por tendencia natural. Raras veces veremos a un león cautivo moviéndose nerviosamente de un lado a otro de su recinto, como hacen las pobres zorras y lobos en las mismas condiciones, durante horas y horas.

5. Extracto 5

Tórtola
Para mis estudios deseaba cruzar la tórtola africana con la indígena –ésta, más delicada que aquélla–, y, a tal fin, puse juntas, en una jaula espaciosa, una tórtola mansa, que había criado desde su juventud, con una hembra de tórtola africana. Los pequeños roces iniciales entre los dos enamorados en cierne no me preocuparon en absoluto. ¿Cómo podían causarse daños estos símbolos del amor y de la dulzura? 
Me marché a Viena sin excesivas preocupaciones. Cuando regresé al día siguiente, se ofreció a mis ojos un espectáculo impresionante. El macho estaba tendido en un rincón de la jaula: la nuca, parte superior del cuello y todo el dorso, hasta la raíz de la rabadilla, no sólo habían sido totalmente desplumados, sino que aparecían tan desollados, que su conjunto formaba una extensa herida. En el centro de la misma, como un águila sobre su presa, estaba la otra «pacífica» tórtola. Con su bondadoso semblante, que hace tan simpáticas estas aves al observador que se fía de su cara en términos humanos, la bestia picoteaba sin cesar la llaga de su compañera, que se hallaba literalmente a sus pies. Si intentaba levantarse, para escapar con las últimas fuerzas que le quedaban, la otra no le daba reposo, y con las suaves alitas la derribaba y proseguía implacable su tarea de matarla lentamente, a pesar de que el verdugo estaba ya tan cansado que apenas podía mantener abiertos los ojos. Exceptuando algunos peces que en sus luchas se desuellan de la misma forma, jamás he visto heridas tan horribles infligidas por un vertebrado a otro individuo de su misma especie.

6. Extracto 6

Tórtola
La tórtola no necesita semejantes inhibiciones, porque el animal sólo puede causar heridas en un grado limitado, y su capacidad de vuelo es tan buena, que le basta para escapar de los enemigos mejor armados. El picotazo de una paloma apenas puede arrancar una plumita, y antes que caiga el segundo, la paloma que se siente vencida puede escapar volando. Pero en las condiciones artificiales de cautividad, cuando la paloma o tórtola dominada carece de la posibilidad de escapar volando, se manifiestan las consecuencias de la falta de inhibición para herir o torturar a los otros animales de su especie. La misma falta de inhibiciones se observa en muchos animales herbívoros «inofensivos» cuando se tienen confinados en un estrecho recinto.

7. Extracto 7

Corzo
Esta bestia maligna dispone de un arma, sus cuernos, pero carece de todo freno que limite su uso. La especie «puede permitírselo», pues la velocidad de huida del más débil de los corzos lo pone en seguida lejos de las iras de cualquier macho robusto. Sólo en los cercados muy grandes se puede ver a un corzo macho andar pacíficamente junto con varias hembras. Pero cuando los animales están confinados en recintos más limitados, aquél procura por todos los medios acorralar a sus congéneres en un ángulo y matarlos sin piedad, sean machos o hembras.

8. Extracto 8

Son trágicas las luchas entre pavos y pavos reales, luchas que se desencadenan con frecuencia, puesto que las dos especies son lo bastante parecidas en las manifestaciones externas de su masculinidad, para que entiendan perfectamente las exteriorizaciones de sus rivales. Pese a la mayor robustez y al mayor peso del pavo, éste suele llevar las de perder, porque el pavo real vuela mejor y lucha con otra técnica. Cuando el gallo de Indias se apresta a la lucha, su colega asiático ya está en el aire y le clava los agudos espolones. El ave americana, de acuerdo con los cánones de su especie, considera esta forma de atacar como algo que no es deportivo, y aunque todavía se sienta fuerte y no tenga necesidad de hacerlo, «arroja la toalla» y se da por vencida en la forma ya explicada. Y entonces ocurre algo espeluznante. El pavo real no sabe descubrir el sentido que encierra esta postura de rendición, que para él no lo tiene, ni despierta o activa inhibición alguna. Por el contrario, pisotea y pica sin parar al pavo inerme, y a no ser que casualmente se observe la escena y se ponga remedio, la cosa acaba mal para el último, pues cuantos más golpes y patadas recibe, tanto más rígida es su posición de sumisión. Jamás se le ocurre al pavo que lo mejor sería levantarse y escapar.

9. Extracto 9

De cuantos perros he conocido, los más fieles son aquellos por cuyas venas corre, además de sangre de chacal (Canis aureus), una porción considerable de sangre de lobo. El lobo del Norte (Canis lupus) ha llegado a convertirse, de manera gradual, en animal doméstico, por cruzamiento con perros descendientes de chacales. Está muy difundida la opinión según la cual el lobo ocupa un lugar preeminente como antepasado de todas las razas corpulentas de perros; sin embargo, el estudio comparado del comportamiento demuestra que todas las razas caninas europeas, incluyendo las corpulentas, como los dogos y perros de pastor, son perros originados esencialmente a partir del chacal y que llevan, como máximo, una pequeña proporción de sangre de lobo. Entre los existentes, los perros más relacionados con lobos son ciertas razas de los indios de América boreal, principalmente los llamados ma-lemuts. Los perros esquimales llevan sólo una proporción pequeña de sangre de chacal.

10. Extracto 10

Ánades azulones
Una vez estaba haciendo experimentos con jóvenes ánades azulones, encaminados a averiguar por qué razón los patitos incubados artificialmente, y recién salidos del cascarón, eran inasequibles y esquivos, en contraste con los de gansos nacidos en las mismas condiciones. Los pollos de ocas silvestres creen que es su madre el primer ser viviente que encuentran, y lo siguen con toda fidelidad. Pero lo cierto es que los patitos no querían saber nada de mí. Recién sacados de la incubadora, sin ninguna experiencia previa, me tenían miedo, escapaban y se agachaban en la primera esquina sombría que encontraban. ¿Cuál podía ser la causa de esta diferencia de comportamiento? Me llamó la atención, una vez que puse a incubar una nidada de huevos de azulón con un pato de otra especie, el que los patitos recién nacidos no aceptaran como madre a su ama seca. Tan pronto como estuvieron secos escaparon corriendo, y mi trabajo me costó reunir y salvar a los patitos que vagaban lloriqueando. En otra ocasión confié la incubación de huevos de pato azulón a una pata doméstica blanca, y los patitos siguieron a su ama como si hubiese sido su verdadera madre. Debía tratarse de la voz de llamada del ave, ya que, por su aspecto externo, el pato doméstico difería mucho más del pato azulón que éste de la especie a que me he referido antes. Pero el azulón y el pato doméstico, que desciende él, tienen de común las exteriorizaciones sonoras, que en el curso de la domesticación han permanecido prácticamente invariables. La conclusión a que llegué es que si yo quería que los patitos se vinieran tras mí, tenía que graznar como un pato azulón.

0 Comentarios

Cargando

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para el correcto funcionamiento del sitio y generar estadísticas de uso.
Al continuar con la navegación entendemos que da su consentimiento a nuestra política de cookies.
Continuar